jueves, 20 de enero de 2011

Yo y una sala de emergencias

Su trabajo empezó a las 20:30 con el primer paciente que registró el caso más grave. Por intentar liberarse de un asalto, un joven de aproximadamente 20 años sufrió una cortadura en el cuello. Su diágnóstico no indica nada grave, según una de las internas que cumplía su guardia nocturna del hospital. La cura: cuatro puntos de sutura.

A partir de ahí, los minutos pasaron muy lento en el Área de Emergencia del Hospital Eugenio Espejo de Quito. Los estudiantes de Medicina que cumplían su turno, ya estaban acostumbrados a ese ritmo de trabajo. Sabían que los casos más graves llegaban a partir de la 01:00. Hasta ahí, parecía una noche tranquila.

El "cuarto 11", donde se reciben las emergencias graves que ingresan al hospital las, no tenía movimiento a las 21:00. Sólo dos pacientes estaban en observación. Uno era un anciano que iba a ingresar al quirófano. En el ambiente sonaba un respirador del otro paciente que solo dormía.

Las tareas a cumplirse en un área como esta, es para los estudiantes de medicina una de las mejores experiencias que enriquecen su formación profesional. En la Facultad de Medicina de la Universidad Central, es una exigencia desde que ingresan al cuarto nivel.

En el área de clínica, se concentró la actividad con la presencia de ocho pacientes a las 21:30. En esa parte del piso de emergencias se evalúan los casos con fichas médicas. Ahí estaba Patricio, esperando recostado la asistencia de algún galeno. Su ficha estaba vacía, pero él contó que solo recordaba haberse caído de las gradas, nada más.

Y luego el piso se llenó. Había 30 pacientes. Cada uno estaba acompañado de un familiar, que a falta de sillas, permanecía junto a su padre, esposo, hija o hijo hasta que un médico le de un alivio a su espera y a sus piernas.

23:15. Las manos eran escasas. Los familiares incrementaban su espera. Faltaban médicos e internos. Minutos después, un paciente bajó de los pisos superiores en compañía de otro estudiante. Su rostro tenía rastros de sangre que había salido de sus ojos, como lágrimas. Casi al mismo tiempo, el cuarto 11 ya recibió otra emergencia: Rubén (33 años) quién había perdido la mitad de una oreja. Estaba ebrio.

A las 03:00 fue lo 'más fuerte'. En 20 minutos ingresaron cuatro pacientes con golpes en la nariz, intoxicaciones por alcohol, cortes en los brazos, infecciones, entre otros. El cuarto 11 se repletó. Uno de los heridos, con la nariz irreconocible, tuvo que esperar diez minutos sentado junto al lavabo, hasta que alguien se desocupe y lo cure.

Antes que salga el sol (05:30), el cansancio se notaba en los rostros de internos, externos y enfermeras. En la puerta de emergencia, 32 personas esperaban a sus parientes sentados en el piso y cobijados con chompas y ponchos.

A las 06:00 entró alguien más. Un rockero que no paraba de reirse por que había perdido una riña, que le causó una profunda cortadura en la mejilla. A esa hora, los externos fueron a tratar de dormir, y el siguiente grupo ingresaba. Para ellos, la rutina, apenas iniciaba.

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