Fue mi primera radio. Y aunque no estuve por más de cinco meses, sí aprendí. Viví cosas nuevas -en ese entonces- sobre un medio y lo indispensable para no cometer errores "on air". Vi cosas buenas, escuché consejos, entendí más de periodismo, de populismo, del abuso del poder y sobre todo de ese poder: el de los micrófonos. ¿Puebas? Nunca encontré datos exactos pero el día "forajido" fue una fiel muestra de esa audiencia. Al menos así se cansaron de repetir.
Y claro que nos escuchaban. "Nos", de antes. El primer día que entré a la cabina principal ya pude locutar. Bajito, por mi tono de voz miedoso y principiante, pero hablar al fin. No estuve sola. Tuve de compañera a alguien que también estudiaba comunicación y otra personas que sí fue un gran locutor. Sí, también fue. De quién -por cierto- aprendí algo bueno de la radiodifusión.
A partir de ese día, todo me resultó perfecto. Fue como llegar a donde tanto se quiere. Y no por locutar, para los que tenemos un enamoramiento vehemente por el mundo de la radio. Era en sí por esa radio. Fue algo asi como la meta de todo joven periodista o estudiante de comunicación que quiere cambiar el mundo con sus ideas revolucionarias. Pero no de esa revolución de las mochilas pintadas con el Che Guevara. De las libertades en su más pura expresión. Que socialismo ni que izquierdismo, la libertad, punto.
Tan libre que me gané el honor de tener media hora de programación en el espacio más escuchado. Solo tuve que hablar. De lo que sea. Todo porque uno de los locutores se fue, mientras que el otro repartía volantes para que lo eligieran como pasajero a Montecristi. Conmigo estaba la misma compañera de aulas y micrófono. Y dijimos de todo. Como era la época anti neonazis, convocamos a toda la ciudad a una marcha. "No tenemos miedo", repetíamos una y otra vez hasta que dieron las 09:30 y comienzó el otro programa. Todo entre risas y nervisismo. Risas, si, y "on air".
Y como esas, muchas. Luego estuve sola en el reprise "noticioso" del mediodía. Leía pequeñas noticias de Internet e hice dos entrevistas. De eso no tengo fotos, solo audios y recuerdos.
Ese fue un paso por mi rumbo profesional que sí me cambió. Y no me refiero al cambio de apariencia o de vestir (zapatos rotos y pantalones de colores). Fue más que eso. Y pensaba que fue una gran cancha para disuadir lo correcto y lo errado del periodismo político. Y a distinguir el periodismo del activismo.
Pero la pequeña escuela que no me dio un diploma ni por participación, se esfumó. De lo que yo ví, oí, y viví, hace meses no quedaba nada. Ahora peor.
Espacios como esos se pierden todos los días en todos los medios. No hay cosas reveladoras. Polémicas son las noticias que salen ahora. Investigaciones que aunque tienen intenciones claras, desdichadamente son ciertas y tienen la razón. Esa que perdieron quienes persiguieron el oro y dejaron en lo que creyeron, si es que alguna vez fue así.
¿Madurez periodística? ¿Innovación? ¿Alternativas para la crisis? Mmm... No se si sea necesario llegar a eso para no perder. Pero, ¿realmente lo es? No lo creo.
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