miércoles, 24 de octubre de 2012

Gratificaciones y desmotivaciones

Estoy lista, tengo las fuentes, las grabaciones, apuntes, ganas de escribir, cansancio. Llevo la noticia grabada en mi cámara mental y entusiastas ganas de salir. De contarlo todo. Ahí no termina la travesía. Todo lo contrario, apenas inicia.

Escribir es el primer paso, abrumarse por el exceso de información, el segundo. Editar, llamar, no acordarse, estresarse, que te editen todo, que te pregunten de todo, y no saber que responder. En fin....

El tercer paso es contemplar cual hijo recién nacido el producto que está por imprimirse. Sentirse emocionado porque está tu nombre ahi, porque tu estuviste ahí. El cuarto paso es el susto. Pensar si estará bien, si te equivocaste, si lo leerán, si lo que te dijeron que pongas estará bien, si les interesará, si el que lee te corrije hasta la raya de la ñ, y demás.

Luego el silencio. El producto listo. La noticia rodando por el aire, circulando por las plataformas. Recibir  observaciones, un par de felicitaciones -de tus familiares- y sentir miedo aún. ¿De qué? Del otro paso: La crítica.

Del que editó, leyó, se sintió afectado, de la fuente que no le gustó, de los susceptibles, los inconformes... Y es comprensible al cien por ciento. Ver que una persona de quien solo sabes el nombre -porque aparece como el único responsable de lo escrito- plasme sin piedad sobre alguien muy cercano a ti. Y leerlo, aun sumido en el dolor, escrito en el periódico. Y preguntarse ¿Quién es esta? ¿Quién se cree para hablar así? ¿Porqué les dejen escribir estas cosas? ¿Que no tienen corazón?

Duele. Y les entiendo, aunque ellos, en su mayoría, nos entienden a nosotros. Es algo así como una conjugación de sentimientos y actitudes que deben mezclarse para cumplir con el trabajo, sin afectar a nadie.

Se dice que un periodista que no es sensible y no se conduele del más mínimo detalle, no puede contar una gran historia. Qué los frívolos solo cuentan hechos, no momentos. Pero lo que no creen muchos lectores es que sí lo somos, en gran parte. Pero la sensibilidad tiene que relucir cuando tus dedos tocan las teclas. Y hacerte frente con seguridad cuando, en medio de un crudo hecho, te tiemblan todos los dedos cuando tratas de anotar algo. Y hasta ahí, hay que evitar no demostrar nada. Y es así como te ven. Aún cuando en la noche las imágenes escalofriantes no te dejan dormir y hasta te sacan lágrimas silenciosas.

Claro que afecta. Todos los días, por todos los hechos. Y de eso se trata de contar algo que conduela también, sin ofender a nadie. De ahí que existen los que no les importa ni eso, también es cierto. Pero no somos todos.  Pero también me duele, sino no estuviera aqui.

Ahora, viene el siguiente paso: aprender y seguir trabajando.