domingo, 6 de junio de 2010

El poema para él

Bailarina, Edgar Degas (mi favorito)

En medio de tanto periodismo la pausa viene a mi obligada porque tengo algo nuevo en que pensar. Bueno, en quién pensar. Los espacios son para todos, y hoy también le daré el suyo, por todo lo bueno que significa ahora.

Por un lado están los sueños, los nocturnos y los que se tienen con los ojos abiertos. O bueno, los deseos. Y cuando ambos son el mismo, y dejan de ser sueños, se convierten en todo un suceso. No es que me vuelva muy cursi, pero es que es cierto.

Ahora hablaré de mi inspiración. Como ya se darán cuenta este post no tiene pies ni cabeza, pero asi mismo son. Hasta unos días mi mente poética se apagó. No había tristeza, no había consternación, ni recuerdos, ni reproches, y ni que se diga del amor. Nada, absolutamente nada. Suficiente excuso para no escribir.

Por otro lado está la tranquilidad. Ese estado tan esperado, tan ansiado y tan necesitado. No la tranquilidad vaga que no deja hacer nada; hablo de la calma, y de la salida de la nostalgia. Esa pasividad cargada de suspiros lanzados al aire, risas no provocadas, colgadas involuntarias, mensajes y llamaditas que se reciben y se mandan.

Tranquilidad, un sueño e inspiración. Así es, y lo confirmé ayer mientras mirándome me cantaba una canción. Por hoy, solo puedo escribir un mini poema. Tanto que decían que vale la pena, creo que por fín todos los dichos tienen razón. Y punto. ¿Les ha pasado?

martes, 1 de junio de 2010

el nuevo lugar



La casa de la sabiduría periodiística me abrió sus puertas hace casi dos meses, después de haber terminado los chocolates. Entré muy agradecida y con más apetito de aprendizaje cuál niña que anhela poder leer; y que luego se da cuenta que no es la gran cosa como se lo imaginó. Más la pompa! (Ojalá algún día pueda decir eso)

Salí a encontrarme con las típicas novatadas cara a cara: tener nervios antes de la entrevista, perderse en el lugar que se anotó hasta el croquis, no llamar a confirmar por miedo de alguna cosa extraña, llamar a escondidas hasta de mi sombra, olvidarse datos equivocarse otros,escribir, tachar, etc.

Luego pasé de un lugar a otro, en un par de días. Las novatadas parecían venir a mi de nuevo, cuando llegé a donde parece ser un buen lugar para aprender. Pero ahora -cuando ya me hice a la idea de comer más chocolates por lo menos por un año-, ya no hay miedo. Hay positivismo como nunca antes. Y no es tanto por el lugar, porque aún no se como será. Es por el hecho, por rodar y rodar, de aquí para allá.

Las puertas más que abiertas están estancadas para que no se vuelvan a cerrar. Y lo divertido es que son los mismos turrones de chocolate los que ahora la detienen. Pero eso es bueno, muy bueno, y por eso lo escribo. Y allá voy.