Como si se volviera unos cuantos años atrás, Quito se empezó a apagar de dos a cinco horas diarias; unos sectores en el día y otros en la noche. Los apagones evidentemente se hicieron más visibles en la noche; la ciudad de la forma alargada se llenó de pequeñas manchitas negras a partir de las 19:00. Pero la suerte de la obscuridad no ha sido para muchos.
Desde que iniciaron los cortes de luz, mi casa no ha pasado por el síndrome de la falta de televisión y las luces apagadas. Sin embargo -y después de tanto desearlo-, se hizo la obscuridad. Sin pretender ser inhumana, estuve deseando ese momento desde hace algunos días, pero en mi casa nunca faltó la luz y el ruido hasta ayer.
Anhelaba la obscuridad porque pensé que era el mejor momento para la inspiración. Con papel en mano junto a dos velas aromáticas me senté en mi cuarto frente a mi espejo. Esperé una media hora y pensé de todo un poco, y lo que menos tuve fue ganas de escribir. Cuando me di cuenta que me estaba mintiendo, me puse a jugar con la cera caliente de las velas, y así pasé casi una hora.
Entendí que los cortes si pueden ser productivos, y sinteticé algunas de las cosas que se pueden hacer mientras la luz regresa:
1. Cantar: Ya sea en la cabeza, en silencio o a medio pulmón (al fin y al cabo en la casa hay mucho silencio, y no les vendría mal un poco de música ja ja)
2. Arreglar asuntos pendientes: Debido a mi ex trabajo y mi tesis, dejé de hacer muchas cosas que tenía y no realicé por falta de tiempo. A media luz arreglé los cajones, la ropa acumulada en el rincón, las cartas y la peinadora.
3. Proponerse cosas: Ya en mi cama en la típica postura de meditación con vista al tumbado, me prometí terminar en tiempos específicos ciertas cosas. Aunque parezca vanal, si me resultó.
4. Música: Nada mejor que escuchar con atención la letra de la canción que se tenía guardada en el celular, ipod, o cualquier cosa similar. Ayer hasta traté de identificar el uso de los instrumentos.
5. Recordar: Las cosas más lindas, más tristes, más anormales y bochornosas me vinieron a la mente ayer; no se si les pase como a mí, pero en silencio hasta casi escuché las voces. Siempre es grato recordar.
6. Las velas: De hecho, fue mi mejor pasatiempo.
De haber tenido saldo en mi celular, mínimo y me ponía a hablar cuál cabina pública con cualquiera que también tuviera ganas de hablar o que tampoco tenga luz. De haber tenido inspiración, hubiese escrito poemas muy tristes, y al acordarme hubiése llorado y se me arruinaba la noche, y los párpados. De haber podido comer golosinas, hubiése acabado con la alacena. (Todavía me duelen mis encías sin muelitas). De haber tenido más obscuridad, la tira de cera aplastada fuera como de 30cm.
Cuando regresó la luz me di cuenta que el tiempo fue muy corto para algo tan anhelado. Lo más entretenido fue salir al balcón y ver que a las once, las manchitas negras se prendieron de la nada. De seguro alguien más aprovechó mejor la obscuridad y el silencio. Espero poder lograrlo la próxima vez, si es que aun no llueve.
2 comentarios:
Buen post. Me reí; un ratito si quiera, qué ha de ser.
Talvés la lluvia se parece a la oscuridad: tiempos que no te permite hacer nada, y esto causa que el cerebro quiera trabajar más, aunque sea en el pasado(jeje).
Y bueno, puedo decir que también está comprobado cientificamente sobre el tiempo y los cambios de humor. Por ejemplo, el mal carácter también nos pone a pensar más seriamente y con los pies en la realidad. Todo lo contrario de cuando hace frio y llueve. :)
Saludos desde EXPRESIONES
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