viernes, 29 de mayo de 2009

La música inspirada por la libertad y el amor

Elenco del Coro Amaranto

El escenario iluminado escasamente por una tenue luz azul, se apagó al tiempo que un intenso sonido perturbador de un canto coral, inundó el ambiente. Sobre la tarima envuelta en tules blancos no aparecieron los dueños de las voces que cantaban ¡fuego, fuego, fuego! Los cantantes caminaban lentamente desde una esquina, y fueron marchando por un lado sin dejar de cantar.

Los espectadores que acudieron la noche de ayer al Palacio de Cristal del Centro Cultural Itchimbía, movían su cabeza alternando la mirada entre la tarima central y el costado izquierdo. Por esa esquina aparecieron los miembros del coro Amaranto, participantes de la puesta en escena “La quiero a morir”, de Martha Ormaza, creadora y protagonista de la obra.

“Soy la libertad, la que nadie me poseerá”, recitaba la actriz principal quien vestida entera de blanco, encarnó a la libertad enamorada de un soldado, el segundo personaje de la puesta en escena. Mientras la pareja caminaba de un lado a otro, el coro no dejaba de entonar melodías a cada una de las escenas.

La música escasa en sonidos incidentales, jugó parte fundamental en la obra de romance épico. Nueve cantantes y tres músicos pusieron el toque especial al amor idealista del soldado que sueña con tener a la libertad. “El papel de la música es fundamental. Yo me atrevo a decir que el coro y la música son los protagonista de la obra”, señaló Ormaza.

Luego de pisar los tablones, el soldado desaparece en medio de la multitud de espectadores. A los cánticos tristes del coro, reaparece casi herido dispuesto a dar la vida por la libertad. “Él está convencido de sus ideales, de la libertad, pero ella trata de convencerla de no enamorarse porque no es más que eso: un ideal”; agregó su creadora, quien afirmó haber escrito la obra en tres noches.

Para cada escena los cantantes del coro que llevaban puesto un antifaz negro, intentaban complementar un escenario remontando a la época de 1800. Cuando el soldado salió con espada en mano a otra de las esquinas del lugar, el compás de unos tambores agregó misterio a la búsqueda de aquel ideal. “Lo único que él quiere y obsesiona es la libertad”, dijo Juan José Gatto, quien interpretó su papel.

Dentro de la misma obra y sin dejar nunca su propósito esencial, el soldado va asumiendo otros papeles. Así como es amante, es niño mientras juega a la rayuela con la libertad; y para cada actuación el coro compone un ambiente. “La obra está basada en la técnica del teatro de la fragmentación por lo que cambian las escenas, y en este caso la música es como el soldado: tiene cosas medibles y todo ello es fantástico”.

“La música pone el entorno dependiendo de cada escena: en la guerra, el deseo, la lucha y la ternura" , aseguró Mercedes Landeta una de las coristas. Cada sonido acompañado de un conjunto de voces, el palo de lluvia o el tambor, fue fugaz en cada cambio de escena. “La música es algo efímero, como la libertad, porque nadie la tiene por entero”.

El sonido del tambor parece cambiar el sentido a las palabras de amor de la libertad. “Felices los amados y los que pueden presidir del amor”, decía ella triste e iluminada de blanco. “Es una obra musical en la que se ha marcado un sonido bárroco”, aseguró Ramón Nunura, el encargado del montaje, la iluminación y la percusión. “La música se fue construyendo con la obra en un largo proceso”.

Cada movimiento y discurso pretendió generar una reflexión filosófica sobre el amor y los ideales. Con los brazos estirados, la libertad pide al soldado un sinfín de besos al sonido romántico del coro, pero quién se llamó héroe, le da las espaldas.

Para Cecilia Saa de 56 años, la obra de amor fue hermosa. “Hay que perdurar el amor y la libertad. Es importante rescatar valores antiguos, en especial el amor y más que todo en juegos simples como lo hicieron con la rayuela”.

La conjugación de sonidos en medio de la actuación profundizó el entendimiento los actos. Estuardo Paredes de 21 años, afirmó que la combinación estuvo bien hecha. “Me pareció un buen trabajo al combinar la música y el teatro, quienes trataron de explicar la eterna lucha de la libertad que ha marcado muchas vivencias en América Latina”.

Luego de un partido de ajedrez con fichas enormes, el soldado desaparece en medio de la obscuridad. Mientras que la libertad es acechada por los coristas de antifaces negros, el retorno persistente del tambor fue anunciando el trágico final.

Esta es la primera obra que se presenta en el pabellón, la parte alta del Centro Cultural Itchimbía, según María Fernanda Ludeco, su administradora. “Ayudamos a la gente que como Martha Ormaza dirige, crea y actúa su propia proyecto y puesta en escena”.

- La función se presentará en otras dos funciones hoy y mañana. La entrada es libre.

1 comentario:

Unknown dijo...

Una obra teatral también tiene eventos para que nos pongamos a reflexionar. "La quiero a morir", es una de las obras ecuatorianas que tiene un sentido desde lo profundo de la historia. Para quienes estuvieron presentes tuvieron la oportunidad de compartir con los anhelos de un héroe por la libertad.