La primera vez fue también mi primera experiencia como pasante de redacción; el medio era una página web y el país estaba por elegir a su nuevo presidente. Como cuando se tiene diez años, recuerdo muy bien cada hecho, pero no todo con exactitud. Por ejemplo me acuerdo claramente que visité mi primera sede política, y que veía entrar con tanta algarabía a decenas de personas, oficiales y curiosas. Unos se inscribían, y otros solo se detenían por segundos a mirar los gigantescos rostros fotografiados del candidato sonriente, mientras pasaban por la calle. Yo me quise limitar a ver como una más de ellos. Recuerdo me dieron dos o tres papeles en la entrada. Había gente vestida de verde fosforescente por todo lado.
Casi un año y medio después entré al mundo de la radio. Una con los pantalones bien puestos, pero los del gobierno, porque nunca tuvieron reparo de gritar que estaban del lado del presidente que me debe el auto. Aún así, la ideología “izquierdista” de esa emisora alimentó mi experiencia. En aquella ocasión, se elegirían los asambleístas que harían la Constitución. Y para diversidad de ideas, nada mejor que estar encargada de invitar a los candidatos para debatir en un programa. Escuché de todo. Ideas como aquellas que oí del otro lado del vidrio doble de la pequeña cabina de locución, no las olvidaré. Ocurrencias como las de obligar a que todo el país sea católico, o la inclusión de la pena de muerte, y el tan famoso voto de los jóvenes de 15 años.
En este lugar poco aprendí de credibilidad periodística, al tener que escoger por órdenes superiores, a aquellos candidatos que ni de chiste podían entrar. El más odiado fue obviamente la caterva del Lucio y su hermano Gilmar. Y eso que un día no me importó, le llamé, pero el mismo se negó. Claro que no me rendí e intenté con otro miembro del mismo partido; grandiosa idea que me costó una pésima cara del jefe, pero que luego hasta se olvidó. Ese programa tuvo mucho rating. Nadie me lo agradeció, pero no hacía falta porque el premio fue el de haberme salido con la mía aunque sea en una ocasión.
Y como se va a hablar de periodistas mediocres, si el mismo que los insulta no dudó en ponerse los verdes pantalones. Aunque de hecho eran las camisas. (O se compró cinco de las mismas o se ponía la misma toda la semana). Sin embargo también aprendí, y sin convencerme del todo voté inconscientemente por ellos mismos. No me deben nada, más bien gracias a la ganancia, dejaron un puesto vacío para lanzarme al estrellato frente a los micrófonos.
A punto de finalizar la carrera, se me presenta de nuevo la oportunidad de “cubrir” otras elecciones. Desde hace casi un mes, me volví la agenda humana de quienes pedían un espacio para una entrevista en una emisora quiteña. Esta no tiene la misma audiencia de la verde, pero es tradicionalmente buena. Como me dijo una profesora que me llamó en nombre de un candidato: es una buena escuela. Ella, así como todos, preguntaban por la Licenciada Medina.
Esta vez quería vengarme de la prohibición anterior porque tenía en mis manos a más de 50 nombres de candidatos con sus teléfonos respectivos. Pero de nuevo me limitaron: “A patito alto, patita rubia y Dr. Patito no puedes invitarles, nunca”. Intenté hacer caso omiso de la sutil sugerencia y armé debates entre verdaderos patitos, para que la audiencia trate de conocerlos. Con buenas o malas propuestas –más pésimas que buenas-, tuvieron su espacio, y de eso me sentí contenta. Pero aquí no se pusieron el pantalón verde, sino la falda rosada; la del guagua.
Y es más, me obligaron a que participe en el desfile, pese a que intenté negarme. “Ponlo en la agenda una vez por semana”. ¿Y la credibilidad periodística? Al carajo de nuevo, o no, al piso, cuando por el interés de vender publicidad, la gente se hartó de escuchar por cinco veces consecutivas al que juraba que iba a ganar. (De qué te ríes Correa?)
Se eligieron presidente, alcaldes, asambleístas y concejales. Y lo satisfactorio realmente ha sido el poder estar cerca de muchos candidatos; estrechando cerca de cincuenta manos, hablando con ellos, abriéndoles la puerta, o acompañándolos en el carro para una entrevista. Me ha servido más ese contacto humano, que el oír de nuevo el repertorio de propuestas vacías, acompañadas de ataques, y una que otra muestra de ignorancia. De entre tantos creo que un par de cosas me gustó, me pareció buena idea, pero tampoco me convenció.
De lo que si estoy convencida es que la capacitación sobre medios, ética y etc, etc, era completamente necesaria; ahora veo porque tanta insistencia. Y eso que solo han sido tres medios, y espero poder estar en unos cuantos más. La frustración de la niña buena que quiere hacer las cosas bien, persiste. Y también estoy convencida que no votaré por la falda rosadita, ni por el que me regaló un esfero, ni por el que me dijo gracias mija linda, ni por el que me recibió en su despacho con alegría, o la que llegó 20 minutos tarde y casi daña el día, o la que me cerró el teléfono porque ya no tenía más espacios para candidatos patitos, o por los coquetos que no se bastaron con mi mano para la despedida. A la final muchos me cayeron tan bien, que poco importaban sus propuestas con cuñas chistosas.
Pero al final de todo, la historia se volvió a repetir.
1 comentario:
Lo que yo he hecho como pasante no ha sido político, no sé si por desgracia o por suerte. Pero me da chiste que la salamería de la gente es tal, que cuando preguntan por mí también es por el Lic. Molina. No se imaginan que yo, como pasante, no pinto mucho. Pero es divertido cachar de antemano a lo que te tienes que enfrentar. Creo, sin portarme como un adulador, que tu texto debería ser leído por más personas, por más pasantes que estamos queriendo hacer de la mejor manera, con el cariño que tu le pones. Un abrazo.
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