lunes, 12 de noviembre de 2012

Cariño desinteresado



A las 18:00 Amarillo ya estaba en la puerta del garage esperándolo, como todos los días. Al menos a esa hora lo ví yo aunque mi mamá asegura que esta es la segunda vez del día. A las 06:00 también baja al mismo sitio. 


¿Qué hace? ¿A quién espera? ¿Quién espera? Amarillo (como lo acabo de bautizar) es un perrito, o perrita, de color casi dorado, casi café.  Baja con tranquilidad a la puerta de una casa que está frente a la mía y se sienta a esperar a que alguien salga para darle de comer. Yo sólo lo veía sentado a cerca de un metro de la puerta de rejas negras de la casa en donde ya hay otros cinco perros más. Tres de raza y dos mestizos.  Pero no conocía a quien esperaba y ayer los ví. Y me conmoví y casi no lo creí.

Antes de las 18:00 ya lo miré caminando sin regresar a ver. Con su rumbo fijo hacia esa puerta. Los otros canes de la casa apenas lo olfatearon empezaron a ladrar. Pero él no se inmuta. Sigue caminando hasta llegar al lugar y sentarse a esperar.

Sin haber ingresado a la casa, un carro rojo se detuvo junto al expectante. De ahi se bajó un hombre de apariencia jóven y estatura pequeña. Apenas lo vio, Amarillo se lanzó a sus piernas, mientras él le respondió con la misma alegría. Juro que si el hombre también tenía cola la hubiese movido tanto como Amarillo. Entre lamidas, saltos y ladridos se saludaron durante un minuto, pese al ruido y alboroto que causaban los otros animales, incluido los míos. 

Luego de abrir la puerta e ingresar a su auto se perdió delante de los cinco canes que persiguieron el vehículo dentro de la casa. Amarillo lo esperó sin moverse. En pocos minutos, el hombre salió de nuevo con un plato de plástico en su mano y se lo dio a Amarillo, quién no sabía si comer o seguirse emocionando.

Me sentí tan bien de ver una escena así. Recordé las veces que hice lo mismo con otros dos perritos que ya no están aqui... Fue casi igual. 

Luego de un rato de juegos y ladridos, el hombre se fue y Amarillo también. Regresó una cuadra más arriba a donde parece tener un hogar. Pero en el que -creo- no le dan el mismo cariño.

Antes de salir de casa ya lo vi nuevamente, esperando a quien le alimente el estómago y la vida. A cambio de nada.

Que personas como ese hombre aun existan es un gran alivio. No es tan imposible ser así. Pero me preocupa porque este es solo un caso. Cuántos Amarillos estarán por ahi esperando a que alguien se baje de su vehículo y le brinde cariño desinteresado. Cuántos...

Al parecer Amarillo tuvo suerte de vivir cerca de una casa en donde parece haber mucho respeto hacia seres como él y como los otros cinco que tienen en su jardin.  Según mi mami, los dos que no son de raza fueron recogidos del mismo vecindario, y creo que pronto Amarillo será parte de esa gran familia.

Por ahora, Amarillo siempre irá hasta allí aunque algún día ya nadie se baje del carro para darle la mano; mientras tanto, yo los veré desde el otro lado, y si él no llega, yo estaré ahí para ayudarlo. Sin dudarlo.