domingo, 11 de abril de 2010

Primer Capítulo: Buscando a los entrevistados


Tengo un par de nombres nuevos apuntados en la libreta verde que cargaba de un lado a otro cuando buscaba cinco invitados por día: tres para el programa estelar y dos para la tarde. Ahora está desordenada y con nombres y números de teléfono escritos al apuro en cualquier esquina de las hojas cuadriculadas.

Una vez tomados los datos de quienes tenía que entrevistar, salí. La emoción se conjugó con los nervios y el miedo. Era como salir a reportear por primera vez, aunque en realidad lo volví a hacer después de unos meses de letargo. Me pareció que salir a "periodistear" cada día, es como una primera vez: nunca sabes con lo que te vas a encontrar. Recordé mi primera salida, y se pareció mucho a esta porque a dónde iba, no tenía idea que tenía que hacer.

Bueno y entonces llego, y de ahi ¿Qué hago? ¿Dónde queda eso? ¿Por donde entro? ¿Por quién tengo que preguntar? ¿En dónde pregunto? ¿Y no será bravo ese señor?, o peor, ¿Y si me pregunta algo que no sé? ¿Y si me habla?

En esa ocasión, con esfero y hoja de papel en mano, tuve que ir en busca del director del programa de renovación del Registro Civil. Y fui así solita, pequeñita y llena de ignorancia. Como era de esperarse la "entrevista" duró no más de seis minutos, porque cuando dijo todo lo que tenía que decir, yo solo quería irme. Pero los años de la muy poca experiencia me acolitaron esta vez, y evitaron otra fugaz huída periodística.

Me fue bien, por así decirlo. Saqué una pregunta en el bus, porque en lugar de pensar en otras me preocupaba que al bajarme me iba a empapar. (Abril y los aguaceros). Otras dos preguntas estructuré mientras subía los siete pisos de un edificio que si tenía ascensor. Si, es que por los nervios no me percaté.

Y entré, averigué y lo encontré y pregunté. Sonrisitas van, muecas vienen. Un par de frases en la libreta verde, un comentario fuera de lugar, un "si sería interesante tratar este tema también", y el clásico "es que el Estado debería aportar más", y me fui. En la segunda entrevista fue algo similiar, pero me pasó algo que nunca me había ocurrido. Por hacerme la mega periodista y la dura, salí con un terrible dolor de cabeza.

Cuando están conversando con alguien y para que ese alguien no se sienta más que uno, siempre te recomiendan no bajarle nunca la mirada. Pero cuando ese alguien tampoco está dispuesto a bajarte su linda, desafiante, adulta y mareante mirada de ojos verdes, tus ojos también van a bailar. Si, pero por lo menos salí bien. Sólo que al llegar a mi casa me puse a buscar información sobre el láser, después del : "claro, como este es el año del láser, usted si sabía eso no?? (Silencio de tres segundos y vergüenza interna) Sí, por supuesto.