Encerrada 'cual diablo en botella' comparo. Como si estuviera atrapada en un cuarto lleno de dulces de chocolate, y me dijeran que la única salida se activa si me los termino todos. Y no me gustan, desde pequeña, no se bien porque. Aunque me fascina el aroma del azúcar, prefiero los caramelos de varios colores, creo que tienen más diversión.
Y es como sucede: no es suficiente estar ahi. Es agradable ver tantos dulces juntos como nunca antes los había visto (pensando que eran especies únicas). Si, existen y ahí están en su mejor presentación. Pero están afuera, junto a mi puerta. Y quiero salir, porque es donde están los chicles, las gomitas, las paletas y los helados, y allá es donde quiero ir. Preciso estar ahi. Porque siempre quise, tengo, anhelo, necesito y debo.
Si hay que comerse los aburridos chocolates y debo aguardar hasta hartarme de ellos para poder irme, lo haré. No son amargos, solo que a mi no me gusta su color. Por algo deben gustar a tanto paladar, y han estado siglos en la imaginación. Si, tal cual, han estado siglos.
No es la mejor comparación, pero la paciencia hace que piense en lo que menos me agrada. Pero ya se están acabando, ya solo será cuestión de tiempo. De tiempo, tiempo, tiempo, tiempo.
Qué dicen que enamora, puede ser. Que entristece, pues si. Y todo esto fue a propósito del ferrero rocher que me comí. Me provocó nostalgia y tristeza, pero me hizo olvidar que requiero de paciencia, paciencia, paciencia.
Los años de ayer fueron dulces y hoy se extrañan. Esa melancolía que deja amarga la garganta está en medio de esa rutina diaria. Porque no fue fácil llegar al instante actual, aveces duelen un poquito más. Y eso aún me encanta. El olor al dulce de afuera penetra en mi nariz, y eso me impulsa a seguir, aunque no puedo evitar el miedo, y el recelo. Pero iré, escribiré, saldré, caminaré, esperaré, esperaré, esperaré.
¿Más chocolate? No gracias.